Hubo un tiempo
Por: Raymundo Acevedo Hubo un tiempo cuando el agua corría limpia. Cuando la faz de la tierra estaba cubierta de bosques donde habitaban hermosos y poderosos animales. Cuándo nadaban multitud de peces, cuando cantaban multitud de aves. Eran los tiempos del quetzal y del jaguar, el lobo aún aullaba, el búfalo aún corría. Hubo un tiempo en el que los pies descalzos se hundían en el barro vivo, en el que la lluvia fresca mojaba la piel Y los frutos recién cortados llenaban la boca y saciaban el hambre en el que el amanecer y el anochecer marcaban el principio y el fin del día. Hubo un tiempo de abundancia. Hubo un tiempo de cielos claros y muy estrellados, de luna, de luces, de aire limpio, de fuegos de fogata. Todo era sagrado. Eran tiempos de diosxs-naturaleza, de respeto elemental, de ciclos de vida - muerte - vida. Tiempos de tribu. Esos tiempos ya pasaron. Ahora el agua ya no corre ni libre ni fresca, es atacada e invadida, explotada y extraída, apresada y vendida. Ahora el agua fétida corre por tubos bajo la tierra y surge en canales nauseabundos. Los bosques son sólo pequeños y aislados manchones entre un desierto fabricado con la fuerza del hacha, el arado, el tractor, la maquinaria, la ambición, la locura. La mayoría de los animales no nadan, ni corren, ni viven, son sólo recuerdos, ánimas perdidas, fantasmas esperando poder regresar a encarnarse y llenarse de vida, murieron con la selva, fueron talados con el bosque y arrasados con el llano, fueron consumidos por la flama. Los pies bien enfundados en cuero y hule ahora pisan el yermo asfalto. Las manos ahora, sobre todo, tocan lo fabricado, ya no lo natural, ni lo vivo. Se evita la inoportuna lluvia que inunda y retrasa generando tráfico y ríos de autos, no de agua; la piel ya no se moja ni se refresca con ella, se guarda, se seca. Alimentos procesados con veneno no sacian sino agravan el hambre, que exaltada y desbocada exige más cantidad y estímulo en su desenfreno. El amanecer y anochecer son sólo referencia del horario y del reloj, que son los que ahora mandan, fraccionando el tiempo, haciéndolo más rápido, más huidizo, más corto, más tirano. La carestía se masifica y entrega a domicilio envuelta en plástico. La abundancia no es derecho sino privilegio que se compra y acumula. Los cielos no son claros, las estrellas se esconden tras un velo de luz artificial, de humo de auto, de cigarro, de olvido, de ceguera.
Los fuegos recorren la tierra, devoran la hierba seca, acortan la vida, no hay fogatas sino focos, lámparas, procesadores, cables, enchufes, pantallas, son ahora el "fuego sagrado" al que se honra, en torno al cual se vive. Pareciera que nada natural es sagrado. Lxs diosxs-naturaleza no son respetadxs ni conocidxs, sino rotxs, heridxs, olvidadxs. No hay respeto elemental: agua que se pudre, tierra que se vacía, aire que se ahuma. Los ciclos menguan, las espirales de vida se reemplazan por líneas-procesos de muerte, donde la muerte no renace sino que ahí se queda, ahí nos acecha, ahí nos mutila, ahí nos duerme. ¿Tribu? ¿Cuál tribu? Ahora es tiempo de la empresa, del lucro, del "business", del dominio, del desequilibrio de lxs muchxs-sometidxs por lxs pocxs-engrandecidxs, de lxs todxs rotzs, de lxs ningunxs. ¿Quién hizo todo esto? ¿Quién ha dañado tanto? ¿Quién es responsable? ¡Necesito desenmascararlo, desarmarlo, detenerlo! Pero, ¿Qué no acaso fui yo? Me miro en el espejo roto y sé que aún así no se ha perdido nada, hay una llama que no se apaga... Espíritu, que se manifiesta en lo efímero, en cuerpo, en la sangre viva, que fluye sin aún ser derramada. Soy Yo, Quién vive aquí, ahora, este es mi momento, mi instante sagrado, mi espacio, mi recinto, para aprovechar al Ser, para vivir el Saber, para llenar de Amor el tiempo, para perdonarme, para perdonar, para sanar este dolor, este mundo, este tiempo... ¿Quién reparará sino Yo? Donde Yo ya no es yo, sino Tú-Yo-Nosotros. Aquí estoy, aquí estamos, siendo unx...
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Raymundo Acevedo es integrante de Contaminantes Anónimus. Twitter:@contaminantesa Facebook: Contaminantes Anónimus Instagram: contaminantes.anonimus